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Llévame. A ese lugar donde todo se vuelve realidad. A ese planeta misterioso. Donde ríes. Donde lloras. Y vuelas, y vuelves a volar. Y eres, lo que tú quieras ser.
Salí con mamá el otro día a resolver un par de pendientes. Ya de regreso a casa en la parada del camión. Algo verdaderamente me sorprendió. De entre tanta gente y carros. Resaltó una voz cerca de nosotros. Para ser más preciso cerca de mamá.
¿ Es el 27 ?
¿ Es el 27 ?
Nadie de los que estábamos cerca comprendió muy bien la situación. Un estudiante (un chico). De aproximadamente 17 años. Preguntaba si era el 27. 27 Es una ruta de transporte que va a una preparatoria. La preparatoria a la cual asistía hace años.
¿Cómo sabía que él era estudiante? Por su uniforme. Un estudiante ciego que se encontraba ahí. Solo. Hay personas ciegas que caminan por la calle y llevan una vida normal. Es de reconocer. Sin embargo no es mi asombro.
Sino su actitud. Y la de muchas personas que poseen capacidades diferentes. Es la fuerza en el espíritu lo que me sorprende.
El transporte se marchaba así que le dije: CONFÍA. Me adelante para hablar con el chofer y pedirle que se detuviera. Le ayudé a subir. Solo lo observé mientras él se alejaba. En ese instante cuestioné tantas cosas de mi vida.
Si de verdad creía en mí. Si lo estaba dando todo. Si tenía la suficiente gana, pasión y enfoque en salir adelante.
¿Qué pasaría si me quedara ciego?
¿Tendría la determinación para seguir?
¿Que pasaría si tú te quedaras ciego?
El miraba con el corazón. De eso no me queda duda.
Si una mañana despierto, el tiempo ha pasado.Y no dí lo mejor.
Todos de forma diferente. Somos afortunados. Somos especiales. Somos.
Sí se puede.
Ya desde hace tiempo me he venido cuestionando sobre esa frase que dice:
La luz se encuentra al final del túnel.
Yo creo que no es verdad.
Creo que la luz se encuentra dentro de todos nosotros.
Y Depende de nosotros.
De ti. De mí. De ella.
Si nos apagamos. O decidimos brillar.